En una de estas escalerillas, no en la que aparecía de vez en cuando lord George, sino en la otra, estaba Gashford con el codo apoyado en la barandilla y la cabeza reclinada en la mano, con la expresión de astucia que le era habitual. Cada vez que cambiaba de postura, aunque no fuera más que para mover el brazo, se oían nuevos gritos furiosos, no tan sólo allí, sino también en el corredor, donde había un hombre de atalaya examinando constantemente sus menores movimientos. —¡Orden! —gritó Hugh con una voz estentórea que dominó el motín y el tumulto, al ver asomarse a lord Gordon en lo alto de la escalera—. ¡Noticias! Milord trae noticias. Sin embargo, continuó el griterío hasta que Gashford volvió la cara. Reinó entonces el más profundo silencio, hasta entre la gente que inundaba los paso