XXIII

3830 Palabras

XXIII La aurora había reemplazado a la noche hacía algunas horas, y el sol había llegado a la mitad de su carrera en aquellos barrios de la ciudad que el gran mundo consiente en morar, pues el gran mundo era entonces, como ahora, de pequeñas dimensiones y cómodo aposento, cuando el señor Chester se tendió en un sofá de su dormitorio del Temple y se entretuvo con un libro. Se estaba vistiendo, al parecer, por pasos bien meditados, y tras haber realizado la mitad de la tarea, se había echado a descansar. Completamente ataviado con la mejor moda por lo que respectaba a piernas y pies, todavía tenía que acabar de arreglarse. El abrigo estaba colgado, como un refinado espantapájaros, en su percha; el chaleco estaba dispuesto para mostrarse con su mayor elegancia; los varios artículos de vesti

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