Capítulo XLIV C APÍTULO XLIVLa cita Los relojes de la iglesia daban las doce menos cuarto cuando irrumpieron dos figuras en el Puente de Londres. Una de ellas avanzaba a paso ligero, y era la de una mujer que miraba ansiosa a su alrededor como al acecho de algo esperado; la otra figura era la de un hombre que se escabullía entre las sombras más oscuras que encontraba y que, a cierta distancia, acomodaba su paso al de ella, deteniéndose cuando ella también lo hacía, y cuando reanudaba la marcha, la seguía sigilosamente, pero nunca se permitía, en el ímpetu de su persecución, alcanzarla. Cruzaban el puente desde la orilla de Middlesex hacia la de Surrey cuando la mujer, al parecer frustrada en su desesperado examen de los transeúntes, se dio la vuelta. Fue un movimiento repentino, que sin