Pandora Muller Con tantas cosas en mi cabeza olvidé mi bolsa de tortitas en la confitería donde estábamos. Si no fuera por la mujer que se encontraba detrás de nosotras en la fila y que me siguió para devolvérmelo, no me hubiera percatado hasta llegar a casa. Lo que agradecí mucho, porque ya hubiera tenido flojera para volver hasta allí y reclamar. Lo extraño fue la manera en que me miró como si realmente me conociera, lo que no tiene sentido, porque jamás nos habíamos visto antes. Llegamos al departamento y ambas nos metemos a la ducha. Mi niña está más parlanchina que de costumbre y me duele la cabeza de tanto oír sus aventuras del día. Me cuenta tantas cosas que ni yo misma me lo creo que esté hablando tan amenamente con una pequeña de tres años, en su idioma algo raro, claro. Me ale