—Ven, vamos a cenar —le tendió la mano —. Por cierto te ves hermosa, princesa. —Tú también te ves guapo —dijo ella devolviéndole el halago de forma tímida. —Lo sé —contestó sonriendo con arrogancia —Tienes demasiado grande tu ego —dijo ella sonriéndole y tomando su mano y dejándose guiar por él. —No lo creo. Ellos se dirigieron hacia otra parte del jardín, todo estaba perfectamente arreglado y la comida ya estaba servida. Tomaron asiento y en un cómodo silencio se dedicaron a cenar, disfrutando del banquete que había servidores. —Eres hermosa, Anna. Demasiado a mi parecer —dijo él tomándola desprevenida. Ella inmediatamente se sonrojó y le sonrió tímida sin saber qué hacer o qué decir. —¿Gracias? —agradeció en pregunta. —¿Por qué lo dices de esa forma? ¿A caso dudas de tus