Las sensaciones palpitaron por su cuerpo y reclamaron una liberación. Comenzó a rotar las caderas mientras él la acariciaba, extendiendo las piernas para experimentar mejor el poder de su hábil contacto. —Dios —murmuró él. Liesel volvió a adelantar los pechos, pero se echó para atrás en el instante en que los labios de él los tocaban. Derek gimió como un animal y le lanzó una mirada que rodeaba lo pecaminoso. —Eh —murmuró, la boca abierta buscando todavía el pezón. —No es justo… —Las damas primero —replicó ella de forma casi inaudible. Era delicioso y decadente tener ese control. Ponerse en primer lugar. Se masajeó los dos senos, observándolo mirarla, al tiempo que rotaba las caderas más deprisa contra la mano de Derek a medida que unas sensaciones ardientes y líquidas se acumulaban

