Cuando el sol de media mañana nos bañó decidimos usar el jacuzzi que estaba en una zona muy bien pensada. Ya que nos daba privacidad y nadie vendría a molestarnos a menos que Dante se comunicara con la camarera por la radio que había traído para él. El lugar parecía perfecto y las ganas que nos teníamos eran más evidentes. El agua está cálida. Lo que necesitaba su libido tenía una lucha interna entre, dar el primer paso y seducirlo o esperar pacientemente que él se decidiera a dar el primer paso. La paciencia no era su virtud. Así que, cuando Dante entro al jacuzzi y se acercó a mí, no dice en extender mi mano y posarla sobre su torso desnudo. La sonrisa de ante solo me hizo acercarme un poco más y él decide posar una de sus manos en mi nuca. –¿Estás seduciéndome? Me da una sonrisa