El miércoles llegó pronto y estaba más ansioso de lo que podía. Anne se debió de dar cuenta. Era un paso más en el hecho de involucrarme con algo tan íntimo que terminó siendo mío también. —¿Estás nervioso? —me preguntó cuando estábamos sentados en la sala del espera de aquel hospital. —Estoy raro de cojones —confesé. Aquel sentimiento me mantuvo inquieto aún cuando ella parecía tan relajada dentro de la consulta. Vi como se levantaba el jersey y la doctora le restregaba un gel por el estómago y me apretó la mano por la impresión. Habló más conmigo que con Anne, no sabía ni la mitad de cosas de las que me contó mientras me enseñaba aquella pantalla con el movimiento del bebé. Jamás lo había visto antes, no lo vi con mi hijo, pero lo vi con Olivia que al final fue mi hija. —¿Todo bi