En la ciudad también nevaba en invierno. Empezó a nevar en noviembre y era mucho más bonito verlo desde las ventanas altas del ático.
—¿Qué haces? —me preguntó Isaac cuando bajó por las escaleras.
Estaba en ese espacio de lectura que tenía un sillón y un enorme ventanal en el que algunos copos se pegaban.
—Nada, leer un poco.
—Son las nueve de la mañana, ¿con qué psicópata estoy? —farfulló, pero me acarició la cara y me besó—. ¿Y Olivia?
Apunté al suelo. En poco más de un mes cumpliría un añito y eso me emocionaba. Mi niña era increíble. Apareció dando algunos traspiés, se agarró a la estantería y se soltó para corretear con sus pequeñas zapatillas de invierno hasta las piernas de Isaac. Él se agachó y la cogió en brazos. Ella se dejó caer en su pecho y se hizo una pequeña bola co
