¡Pobre aquel que es olvidado por los dioses y miserable aquel que atrae su atención! – Por favor, déjame sola – le supliqué. – Prefieres morir, antes que quedarte conmigo – dijo y escuché su risa – después de todo lo que he hecho por ti, ¡no tienes idea de cuándo duele! Pensé en morir – yo no te lo pedí. – Todavía no lo entiendes – sujetó mi mano – te llevaré a un mejor lugar, haré lo que sea para que lo entiendas. Después de descubrir quién era él, esa habitación se sintió como un lugar seguro y le temí al exterior, desesperadamente me aferré a las paredes, pero él atravesó mi piel haciendo que aparecieran alas en mi espalda. – Yo soy, el único que puede darte libertad. Escuché su voz dentro de mi cabeza y salí volando de mi prisión, pero no era yo la que lo hacía, ni yo la que gir