Debido a la época navideña el aeropuerto estaba abarrotado, las filas eran largas y muchas personas se quejaban del servicio.
Gabriel Lacroix se rascaba la nuca cada cinco minutos, tenía hambre, lo que quedaba de su cuenta bancaría lo gastó en el vuelo y no le quedaba mucho para gastos personales. Lentamente, mientras esperaba y su estómago se volvía pesado, pensó en desviar las cámaras y robar algo de comida de la tienda que estaba al fondo.
– ¿Señor Sebastián? – lo llamó un hombre alto con una chaqueta impresa con el logotipo de una empresa de taxis.
– Sí.
– Una disculpa, me retrasé por el tráfico, lo ayudaré con su maleta.
Gabriel se levantó y caminó detrás del chofer, llegaron a un coche sin emblemas o logos, él subió a la parte de atrás, acomodó su abrigo y se relajó.
La vista l
