Dar el último paso no era fácil, Antonio respiró profundamente, miró las demás casas en la calle y tocó el timbre, detrás suyo, Anna se paraba sobre las puntas de sus pies, esperando que alguien abriera la puerta.
Annabel abrió, vio a Antonio de arriba abajo y soltó un resoplido – vaya sorpresa, ¿qué quieres?
Después de su última conversación, era bastante amable que no le cerrara la puerta en la cara y Antonio lo aceptó – nunca hablamos sobre sí podría visitarte.
– Sí lo hicimos, tú no estabas escuchando – aclaró Annabel y cruzó los brazos – renuncié a mi derecho de pedir una pensión a cambio de que no te involucraras.
– Pensé que eso aplicaba solo para el embarazo.
– Creíste mal – tomó la puerta para cerrarla.
Antonio la detuvo – cinco minutos, me iré en cinco minutos, solo, quiero
