Leimos no entendía en dónde estaba o cómo llegó ahí, por qué Harret se veía como una mujer y por qué su energía no le respondía. – ¿Qué fue lo que pasó? – Que estás muerto – soltó Harret – moriste a causa de las heridas de nuestra última batalla y de alguna forma, tus discípulos extrajeron tu alma, la almacenaron en una vasija y ahora, ¡aquí estamos! – sonrió – bienvenido al futuro, no te pongas arrogante, cualquier idiota llega a esta era. Los ojos de Leimos se agrandaron – mientes, ellos no podrían. Harret se apartó, movió las manos estirando su magia para convertirla en una superficie muy delgada y reflectante, después, la colocó delante de Leimos y a través de ese espejo él vio el rostro y el cuerpo de Percival Vignon. Harret atravesó su propia magia creando la impresión de que ha