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1722 Palabras

Esa noche salí a caminar a los establos, necesitaba pensar. Estaba Fugaz en su lugar, se miraba un poco inquieto. Llegué cerca de él, tenía un poco de temor porque hace mucho que no lo veo y quizás hasta ni me reconozca. —Hola, amigo —me acerqué sigilosamente— ¿no te acuerdas de mi? El caballo gruñó un poco, pero sentí que no fue una mala acción, sino todo lo contrario. Elevé mi mano y la pasé por su pelaje, era suave. Recordé a Nick montado en el, su porte, su seguridad. Definitivamente Nicholas Miller era un hombre muy encantador. —Elizabeth, qué sorpresa verte por aquí —la voz de Leo me sacó de mis pensamientos y me hizo verlo. Venía con un caballo blanco. —¿Aún sigues aquí? —quise saber, separándome un poco de Fugaz. —Así es, trabajo hasta tarde. Veo que Fugaz aún se acuerda d

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