Benedict se detiene por unos segundos cuando escucha el gemido de Isabella. Hay algo particularmente familiar en ese sonido que lo deja confundido y pensando en aquella mujer del bar. Además, ella tiene una pequeña marca de nacimiento detrás de la oreja, que está seguro que la vio antes, pero no recuerda dónde y cuándo. Isabella, por su parte, se siente aturdida cuando la boca de Benedict abandona la suya. Cuando abre los ojos, se encuentra con la oscuridad de la mirada de su esposo y todo su cuerpo se estremece de necesidad contenida. Se da cuenta de lo que acaba de pasar e intenta salir de su regazo, avergonzada y con la cara totalmente sonrojada, pero él la sujeta mucho más fuerte. —Déjame ir. —Recién estabas muy excitada en mis brazos. Estoy seguro de que te gustaban mis besos y ca

