Benedict se levanta muy temprano, como siempre. Desde que descubrió que Adelaide y su hijo no murieron en realidad y Pamela falleció en ese accidente, por su culpa, sus horas de sueño son pocas. Sin contar que las pesadillas no le dan ni una noche de paz. Luego de vestirse en su habitual e impecable traje n***o, sale al pasillo y recuerda lo que pasó la tarde anterior. Camina hasta el final y empuja la puerta para encontrar a Isabella acurrucada en un diminuto sillón de madera, durmiendo. Blas, que entra detrás de él, también mira la escena, asombrado. El rostro contrariado de Benedict lo dice todo. ¿Acaso esta mujer está queriendo que él sienta compasión por ella? —Señorita Murano… despierte —Blas le da unos empujones en los hombros—. No puede dormir aquí, ¿qué pensarán los sirvientes