—Él ya no tiene ningún poder sobre ti, Bella. No dejes que te maneje a su antojo como antes —dice Megan con firmeza—. Ahora tienes a tu hermano, y también me tienes a mí. Bella respira hondo, conteniendo esa punzada interna que no desaparece. —Lo sé, amiga —asiente—. Pero te repito: él es solo un cliente ahora. No voy a renunciar a un trabajo tan importante. Sé cómo lidiar con él. Estaré bien. —Lo mejor sería avisarle a Esteban que… —No —interrumpe ella de inmediato—. No vas a avisar nada a Esteban porque esto no tiene que ver con él. Por favor, no lo aturdas con nimiedades. Ya ha hecho demasiado por mí y por mis hijos como para que lo meta en situaciones que yo misma puedo manejar. Megan baja la mirada, algo incómoda, pero comprende. —De acuerdo, pero cualquier cosa, debes avisarnos

