Bella se debate entre llamarla o no. Tiene el teléfono en la mano, pero no pulsa el contacto. Megan ya es una mujer hecha y derecha, su hermano también. No son adolescentes que necesiten supervisión. Tienen suficiente edad para saber lo que hacen. Aun así, la inquietud no la deja en paz. Desde que volvió a casa, algo le da vueltas en el pecho. La noche transcurre pesada. Bella no logra conciliar el sueño. Se da vueltas en la cama, se levanta, va hasta el balcón, vuelve a acostarse. Todo inútil. Al amanecer, se ducha y se viste para ir a la empresa. Antes de salir, decide ir a la habitación de Megan. Toca la puerta suavemente, la empuja. El cuarto está vacío, igual que anoche. La cama está intacta, la lámpara apagada. Megan no ha vuelto. Suspira y se da vuelta para irse. Apenas sale al pa

