Zae Swer
Observo la información de tres trabajos que me ha dado mi abuelo.
— ¿Dónde queda está empresa? ¿La conoces? ¿Es buena Abuelo? — pregunto llevándome un panecillo con chocolate a la boca.
Salimos a desayunar, Katia, mis abuelos y yo. Ninguno quería hacer algo de comer y salir se nos hizo más flexible especialmente porque mi abuela se ve algo triste desde ayer en la noche. Considere que salir le podría caer bien.
— Es una empresa muy reconocida acá en Alemania — responde mi abuelo concentrado en su comida.
Veo a mi abuela de reojo que sigue con el mismo ánimo.
— ¿Y que sabes de ella abuelo? — pregunto tomando de mi capuchino.
— Mucho, el hijo de mi amigo es el presidente de la empresa, por eso me enteré, puedes ir hoy o mañana, no tardes, sacarán el anuncio en la prensa y seguramente tendrán muchos empleadores en busca del trabajo.
Sonrío muy feliz levantándome de mi asiento para abrazarlo.
— ¡Gracias abuelito hermoso! — le lleno la cara de besos haciendo sonría.
Por un segundo lo veo sonreír con culpa.
— Te amo mucho mi niña — besa mi cabeza.
— Y yo a ti ¿Katia vamos hoy? No me quiero quedar sin el trabajo.
— Acá dice que las vacantes son en el área de publicidad, asistente ejecutiva y guardaespaldas, tu ni sabes publicidad y ¿Que conocimientos tienes para asistente? En el de guardaespaldas es seguro que no te contratan y no porque seas mala sino que es noventa porciento probable que el que contraté no sepa de igualdad de género o sea machista.
Ruedo los ojos.
— No seas pesimista Katia, lo de asistente puede lo consiga, tengo la mayoría de los requisitos que piden, también un poco de experiencia...
— Bien, pero sino te contratan a ti yo tampoco me quedo ¿Entendido? Las dos o ninguna.
Le doy un sonoro beso en la mejilla.
— Si ahora comamos ¿Si Abue? Pareces algo deprimida ¿Te duele algo? — me acerco a ella sentándome a su lado — ¿Estás bien? — pregunto abrazándola.
Mi abuela me ve con una pequeña sonrisa.
— Últimamente pienso mucho en tu mamá y contigo acá me gustaría toda la familia cerca, es solo eso mi niña, estoy muy bien.
La miro sin creerle mucho lo que dice, respirar duele cuando veo su bajo ánimo, hace una semana no estaba así, se miraba feliz, fuerte y muy emocionada. Era un ave protectora.
Comemos algo lento por mi abuela y hablamos de una que otra cosa, incluso mi abuelo se ve algo tenso. Miro la hora y son las diez, tengo tiempo justo, junto a Katia para ir a casa, arreglarnos para vernos presentable e ir a la ciudad.
Me levanto de la mesa y saco el dinero de la bolsa de mi jean, me acerco a la barra, del lado donde está la cajera para pagar lo consumido y pedir cuatro capuchinos para llevar. Mi cuerpo se tensión a lentamente y luego siento un escalofrío recorrerme.
— Un café moka para llevar — la voz de Demián suena detrás de mi haciendo me gire hacia el.
— Cuarenta euros — responde la chica detrás de barra.
Nada tiene mi mayor atención que el hombre a frente a mi que viste elegante y formal, de n***o y azul pastel.
— Lía — me saluda de forma cautivadora junto a su aroma varonil.
Con ese traje y se ve increíblemente atractivo, su ropa queda ajustada a sus músculos, alzo la mirada a sus ojos negros que no han dejado de verme en estos últimos segundos.
— Demián — saludo mirando a sus lados.
Mi familia y Katia ya no están en la mesa así que es seguro me esperen en el auto.
— Buen día ¿Cómo te encuentras?
— ¿Yo? Uh claro que yo... — me maldigo mentalmente por idiota, me aclaro la garganta dando un paso atrás para crear un poco de espacio y poder pensar — bien gracias Demián ¿Cómo te encuentras tu? ¿Vives cerca?
— Me alegro oír eso — sonríe de lado haciendo que se vea mucho más atractivo de lo que ya es este hombre — me encuentro más o menos bien — responde con un tono de lamentar.
Alzo las cejas frunciendolas casi nada después de ese gesto.
— Entiendo ¿Porque tu amigo no está contigo? — pregunto mirando a todos lados.
No veo a Sebastián, recuerdo así se llamaba. El sonríe con un toque de diversión y malicia que me estremece, el provoca un aura pesada en el lugar.
— No pero espero tu descubras pronto porque — asegura.
Asiento con la cabeza prestándole poca atención a su insinuación de vernos de nuevo.
— Creo ya está tu café — digo viendo sobre mi hombro a la mujer que lo hace.
— No aún no, son cuarenta euros — habla la señorita detrás de nosostros.
Me sonrojo por completo siendo consiente de que no he pagado mi desayuno con mis abuelos y Katia.
— Oh... Si — digo obligándome a dejar mirar a Demián quien repentinamente ha cambiado de expresión.
Si creí sus ojos eran negros no se de qué color son ahora, el color es como si fueran los ojos de un demonio en el, saco mi bb listo con dinero en la cartera para pagar.
— No hace falta Lía, yo me encargo — responde Demián sacando una tarjeta que se la intenta pasar a la señorita.
Lo detengo tomando la manga de su saco, mi dedos rozan el dorso de su mano mandando un una corriente escalofriante por todo mi cuerpo que me paraliza unos segundos, lentamente pasado mi mirada por su mano y todo su brazo hasta llegar a sus ojos. Su mirada es sería, con el simple gesto de su mirada muestra quien manda, quien tiene el poder de una forma que nunca creí llegar a ver en mi vida.
— Yo p**o, gracias — digo poniendo el dinero en el barra sin soltar su saco.
— No hacía falta.
Sus cejas se frunce lentamente.
— Si lo hace, hacía mucha falta, era mi cuenta — le recuerdo con una sonrisa amable.
— Aquí tiene su factura y capuchinos — habla la señorita detrás de mi.
— Creo es hora de irme, fue un gusto verte de nuevo — digo girándome a la señorita para tomar los capuchinos.
Ahora es él quien me detiene y me veo en la obligación de regresar mi atención en el, este hombre me provoca escalofríos pero es difícil no fijarse en él.
— No me diste tu número la última vez ¿Crees poder compartírmelo ahora? — pregunta encantador.
No sé cómo lo hace porque apenas y sonríe pero usa un tono de voz que me endulza el oído.
— Claro — miento — ¿Tienes donde apuntar?
— Lo tengo — saca un bolígrafo de su bolsillo y toma una servilleta detrás de mi.
Tomo el bolígrafo y la servilleta apuntando un número cualquiera y se lo doy.
— Ten el mío — extiende una tarjeta pequeña para mí cuando le doy la servilleta — puede llamarme o escribirme cuando quieras.
Sin duda cuando quiera.
— Gracias — tomo los capuchinos sin soltar la tarjeta — Feliz día Demián.
— Feliz día mi luna...
— ¿Que?
— Feliz día Lía.
Asiento con la cabeza saliendo de la cafetería camino al auto. No lo veo cuando giro por curiosidad camino por el estacionamiento hasta mi auto.
— ¡Al fin! ¿Porque tardaste tanto? — interroga Katia en la puerta de mi auto.
—Alguien me detuvo, ten tu capuchino y pásale uno a mis abuelos por favor — digo guardando mi cartera con la tarjeta en mi billetera en el auto
Entro en el lado del conductor.
— ¿Te encuentras bien mi niña? — pregunta mi abuela.
— Si, solo fue una distracción.
«linda distracción»
Pero distracción después de todo.
— ¿Segura?
— Si ¿Desean otra cosa? ¿Algo?
— No mi niña, solo descansar en casa, está empezando a hacer frío.
— Un poco si — respondo.
Conduzco hacía la cabaña de mis abuelos pensando en el hombre y el lobito, me preguntó si estará bien, se llevó mi bufanda y me preocupa no sepa quitársela.
Por Dios Zae, el lobo es mucho más inteligente que tú. No sé porque cuando pienso en el lobo un recuerdo de Demián me llega y cuando pienso en Demián es un recuerdo del lobo. Estacionó el auto frente la cabaña, mi abuelo y abuela salen primero junto con Katia, yo saco mi celular y pienso en si encenderlo a no.
No es como si me vaya a perjudicar encenderlo pero solo encuentro noticias que me atormentan mucho más. Bajo del auto y corro a mi habitación.
— ¡Katia apúrate que quiero quedarme con el trabajo! — grito desde mi habitación desnudandome.
Entro a la bañera y me doy un baño rápido de quince minutos.
— ¡No encuentro que ponerme! — responde entrando a mi habitación cuando salgo del baño enrollada en una toalla.
— Dame unos minutos para ver qué encuentro para nosotras.
Entro al closet y primero dejo aparte mi ropa, un pantalón formal blanco, pegado de las piernas y un acampanado abajo, un top ajustado blanco de seda y un saco formal a juego junto unos tacones beige.
— Elije lo que quieras ponerte — le digo saliendo del closet con lo mío — procura que no sea nada de lo que este abajo por favor.
— Si, si, lo que órdenes — asegura asintiendo con la cabeza.
Regreso al baño, seco mi cabello con la secadora, hidrato mi piel, me visto y busco algunas joyas que sea sencillas pero elegantes. Dejó mi cabello suelto en hondas al final y un poco de maquillaje.
Salgo del baño y Katia ya no está por lo que asumo se fue a su habitación bajo a la sala escuchando la voz de mi abuela.
— ¿Y si le hace daño? — pregunta con desesperación en su voz.
— No lo voy a permitir angel de mi vida — asegura mi abuelo con cautela — ambos sabemos que separados ella sufriría sin saber porque.
— Pero ella no lo...
— Ya me voy a esa entrevista de trabajo — digo con emoción entrando a la sala.
Mi abuela sonríe con susto y mi abuelo natural.
— ¿Estás emocionada por esto mi niña? — pregunta mi abuelo acercándose a mi.
Trato de ignorar sus reacciones pero es difícil, es como si existiera algo que no veo y me frustra un poco. Tal vez sea algo que no me incumbe.
— Si, claro que sí ¿Cómo no estarlo? Siempre he amado trabajar y ser independiente, además mi tarjeta pedirá gritos de auxilio en unos meses...
— ¿No tienes suficiente? Sabes que puedes pedirlo cariño, no debes trabajar sino quieres, nosostros podemos darte lo que necesites.
Sonrío abrazando a mi abuelo.
— Lo tengo abuelo pero no me gusta quedarme a cero para preocuparme y tampoco me gusta que me den dinero, soy yo quien debe darles a ustedes por su hospitalidad, gracias abuelo.
Lujos nunca me han faltado pero es mejor cuánto te los das tú.
— Si no te sientes cómoda ahí puedes buscar otro ¿Si?
— Todo saldrá bien abuelo, lo prometo.
Asiente con la cabeza.
— Te ves hermosa, como toda una profesional, ese trabajo será tuyo sin duda — asegura mi abuelo.
— Lo será — respondo sin dudar.
Si me voy de acá necesitaré cambiar identificación y hacerlo bien por lo que llevará una buena cantidad de dinero. Necesitaré el trabajo como a mi vida. Mi abuela sonríe.
— Te ves hermosa.
— ¡Ya estoy! ¿Que tal me veo? — habla Katia entrando a la sala.
Da una vuelta para nosostros, sonrío encantada, viste con una falda azul, blusa blanca y tacones negros.
— Hermosa — respondo.
El cabello lo tiene en un cola alta.
— Muy linda Katia — responde mi abuela.
— Espero quedar junto a Zae porque sino me sentiré decepcionada de tanto esfuerzo.
Sonreímos por su comentario, me giro a mi abuelo dándole un beso en la mejilla e igual a mi abuela.
— Nos veremos en unas horas.
— Deséenos suerte señores Milken — pide mi amiga siguiéndome.
Ellos nos siguen y nos despiden desde la puerta, me aseguro de tener todo lo que el abuelo dijo y Katia igual.
— Por favor dime que traes todo porque no pienso regresar — digo arracando el auto.
— Si, traigo todo — me asegura.
Asiento con la cabeza conduciendo hacía la dirección que me dió el abuelo, lo registro en el GPS.
— ¿Era el hombre de la cafetería? — pregunta Katia de la nada.
— ¿Que? — pregunto mirándola de reojo.
— Si el hombre que te detuvo hoy era el mismo hombre de la cafetería, está muy guapo Dios mío pero me gusta más el otro, su amigo, Sebastián.
— Por Dios Katia — me quejo sin razón.
— ¿Tan traumada estás de los hombres? Se ven buenos hombres.
— Puedes hacer lo que quieras Katia, no quiero pensar en eso.
Ella suspira como niña pequeña cruzándose de brazos.
— Pero están guapos ¿Verdad?
Me río asintiendo con la cabeza.
— Los más guapos son los más problemáticos, trata de evitarlos, a ambos, este pueblo es muy pequeño y puede que nos crucemos de nuevo.
— No me pidas imposibles por favor.
Sonrío negando con la cabeza, Katia es dramática algunas veces pero siempre lo hace más por bromear, no le gusta el silencio y lo afirmó cuando en el camino no deja de hablarme sobre cambiar nuestro closet.
Sería un placer porque no tengo mucha ropa cálida y acá es muy necesaria, enciendo la calefacción del auto por el top de tiras que traigo hace mucho frío, pensé en que me viera bien sería importante para dar una buena impresión y no en el frío que hace afuera, lo que me ayuda a no morir de frío es mi saco.
— ¿Cómo se llama la empresa? — pregunta Katia cuando ya estamos en la ciudad.
Después de algo más de una hora.
— No lo sé, leé el nombre aquí en esta hoja — la saco y se la paso mirando al frente.
Hay una buena cantidad de autos y lo que menos quiero es un accidente.
— Darkel.
— ¿Que?
— La empresa, se llama Darkel ¿No te suena familiar?
Entre cierro los ojos pensando un poco en el nombre.
— Mmmmm... No, no me suena familiar.
— ¿Segura?
— Si.
Quince minutos después observo llegamos al lugar que dijo mi abuelo, alzo la mirada observando un gran edificio en medio de dos más, los primeros cuatro o cinco niveles son más amplios que los edificios sobre ellos, hay una gran entrada frente al edificio. Conduzco unos minutos buscando donde estacionarme hasta qué encuentro un lugar en medio de dos grandes autos. Es como si se burlaran de mi auto en alquiler.
Salgo junto a Katia dando un portazo algo fuerte, Katia salta un poco del susto.
— Esto es enorme... — dice Katia mirando el lugar con admiración.
Tomo su mano para que no se caiga.
— Sin duda lo es — concuerdo — mi abuelo dijo que debíamos pasar en recepción donde nos llevarían al área por la vacante que vamos ¿Entendido? — le pregunto a Katia.
Pasamos por dos hombres de seguridad, uno abre la puerta.
— Si — responde Katia.
Ambas nos acercamos a la recepcionista que sonríe amable y llama a otra de sus compañeras que a alguien que ella nos atiende de forma amable, nos acompaña aun elevador.
— Las entrevistas para una editora en publicidad es en el décimo quinto nivel — habla la señorita hacía Katia — las entrevistas de asistente ejecutiva es en el último nivel.
— ¿Porque el último nivel? — pregunta Katia.
— La asistente es para el presidente de la empresa, el es muy estricto por lo que las entrevistas las hará el.
Dios ayúdame.
— Supongo que acá es mi piso — habla Katia cuando el elevador se detiene en el décimo quinto piso.
— Lo es, buena suerte — respondo.
Katia sale tirándome un beso con la mano.
Veo a la mujer a mi lado que aún siendo amable tiene esas expresiones frívolas. Juego con mis dedos, golpeó mi carpeta con mis dedos una y otra vez, el camino se me hace eterno.
— Su piso — dice la mujer a mi espalda cuando las puertas se abren.
El frío me eriza la piel, ambas entramos, ella camina delante de mi hasta una mujer de piel bronceada, ojos verdes y cabello castaño.
— Zahra — saluda amablemente la mujer que me acompaña — Zae Swer, viene por la vacante de asistente.
La mujer deja de ver su computadora y me mira a mi, la seriedad y frivolidad en cada una de sus expresiones están en su máximo esplendor, incluso veo algo de indiferencia en su mirada.
— Por favor siéntese — señala el sofá del otro lado — le haré saber al señor que ya se encuentra acá, espere unos minutos.
— Gracias — digo a ambas.
Camino hacía el sofá y me siento en el, reviso mi carpeta mientras espero paciente por qué me llame, lamo mi labio inferior analizando el lugar, es un lugar muy pulcro y elegante, el sofá es beige, tiene más colores como el n***o, café y verde.
Hay plantas, sonrío de lado al verlas. No sé cuánto pasa pero cuando Zahra regresa lo hace sola.
— Puedes pasar, cuida tus palabras y se prudente — pide al mismo tipo que con su dedo me hace un ademán para que me ponga de pie.
Asiento con la cabeza poniéndome de pie, la sigo hasta un pasillo amplio con luces blancas y paredes café pastel, las puerta al fondo parecen ser plateadas.
El camino se vuelve como una fina línea de tiempo, respiro profundo, no sé porque estoy tan nerviosa y ansiosa, Zahra me abre la puerta. Le doy un asentimiento de cabeza como agradecimiento entrando a la oficina, el aire acá parece inexistente porque repentinamente cuando la puerta se cierra el aire parece comenzar a faltarme, un hombre de cabello n***o y musculoso se encuentra en la silla detrás de su escritorio, es una oficina amplia, con un gran ventanal en su espalda, paredes beige, escritorio plateado y sofás negros como su silla. Su rostro se me hace conocido, por su postura no puedo reconocerlo.
— Buenas tardes — saludo caminando a pasos seguros frente a su escritorio — Soy Zae Swer y vengo por el empleo de asistente...
— Creí vendrías por el de guardaespaldas Lia — su voz perfora en lo más profundo de mi audición y su mirada en lo más profundo de mi alma.
Se incorpora en su mismo asiento dejándome ver su rostro por completo, mi corazón se acelera tan lentamente que comienza a preocuparme.
— Demián — saludo casi boquiabierta.
— Lía — repite con ironía.
Me sonrojo estúpidamente apenada y avergonzada, solo yo puedo estar viviendo esta situación tan abrumante.
— Mmmm... Yo creo que hay un error — digo girándome hacía la puerta de la oficina.
En este momento la puerta se ve tan lejos.
— ¿Cuál?
— Mmm... Nada — ¿Porque estoy tan nerviosa? — ¿Tu eres el presidente de la empresa?
— Me ofende que no hayas prestado la más mínima atención en nuestro encuentro la primera vez — expresa con una mínima sonrisa en los labios.
Este hombre es un grave problema sino quiero tener problemas cardíacos futuros.
— Lo siento, estaba muy distraída con otras cosas lo mejor será... — irme.
— Siéntate Zae... — me estremezco oyendo como saborea mi nombre entre sus labios — y déjame entrevistarte, aún tienes la oportunidad de quedarte con el trabajo.
Miro la carpeta entre mis manos y luego a el que me sigue mirando con atención. Su rostro está perfectamente iluminado y puedo ver sus ojos recorrerme de pies a cabeza.
«Puedo intentarlo»
Me siento frente a él robándole una pequeña sonrisa, no se ve que sea un hombre de sonrisas pero las que me ha dado son muy lindas.
— ¿Podemos empezar? — pido poniendo la carpeta sobre la mesa.
— Por supuesto ¿Me puedes decir tu nombre completo? Real — aclara.
Me sonrojo hasta el cuello.
— Si, Zae Swer — respondo.
— ¿Profesión?
— ¿Puedo ser aceptada para el de guardaespaldas? — pregunto recordando lo que dijo cuando entre.
— Tu puedes solicitar el empleo que quieras y te lo daré... — pausa mirando mi información y luego a mi — si tienes los requisitos necesarios por supuesto — agrega.
Me sonrojo aún más si es posible asintiendo con la cabeza.
— Soy detective pero tengo conocimientos básicos como secretaria... — por una misión de infiltrada.
Maldición ¿Porque no se que mas decir? Es como si todas mis ideas se han evaporado en el momento que entre. Demián me mira fijamente y eso no ayuda, espera una respuesta de mi parte y tengo la lengua casi dormida que no se que otra cosa decir.
— ¿Sabe utilizar un arma?
— Si.
— ¿Pelea cuerpo a cuerpo?
— Si.
— ¿Ha tenido fallas en el campo?
— Una vez — respondo con sinceridad.
— ¿De cuántas?
— De veinte o un poco más.
— ¿Solo uno de veinte?
— Si.
— ¿Porque?
Mis padres...
— Hubo problemas.
— ¿Suyos o del equipo? — pregunta revisando todo mi expediente.
— De ambos.
— Creo tiene todo lo que se solicita menos experiencia...
— ¿Cómo guardaespaldas?
— Como asistente — aclara — ¿Alguna vez fue guardaespaldas?
— No pero siempre he defendido y cuidado la espalda de mis compañeros, soy suspicaz, cuidadosa, fuerte, inteligente, ágil, rápida y nunca me paralizó en escenarios perturbadores o difíciles, siempre actuó y no me quedo de brazos cruzados, estoy al tanto de todo lo mejor que puedo.
Mi padre me entreno bien en eso, esos eran los buenos tiempos dónde hacía algo bien y el... Me decía cuan buena era y estaba orgulloso de mi. Mi único defecto es que algunas veces me atrae mucho el peligro y tengo muy poca conciencia de la supervivencia.
— Te diré lo que quiero y tú decides si aceptar o no — habla pasando sus dedos por su mentón, analizándome.
— Lo escucho.
— Quiero una asistente las veinticuatro horas del día, los siente días de la semana en ese periodo de tiempo puedes tomar un descanso para lo que tú necesites pero estarás casi todas las horas del día conmigo, estarás disponible cuando te necesite, normalmente nunca dejo de trabajar y mi asistente actual no puede sola con las cosas, podrías ser mi guardaespaldas también y te pagaría ambos salarios dependiendo como te destaques con ambos claro, un mes de prueba... El salario es... — escribe un número en un papel que extiende frente a mi.
Miro el número con incredulidad.
— ¿Por ambos empleos? — pregunto para estar segura de lo que veo.
— Por cada uno, se te depositara esa cantidad por dos al finalizar el mes de prueba, normalmente los pagos son quincenales pero dado a qué estás a prueba será mensual.
Me quedo pensando, es demasiado bueno para ser verdad... No solo eso, con cinco meses podré juntar lo que necesito...
— ¿Solo debo cuidar de ti y ser tu asistente? — pregunto incrédula.
Eso suena muy fácil... El sonríe de lado casi malicioso.
— Así es, firmaras un contrato de prueba que dura un mes y también una de discreción, después del mes volverás a firmar dos contratos si pasas el mes de prueba, el contrato laboral es de un año, en caso de incumplir alguna norma o clausula estará en mis manos la decisión de que hacer al respecto con eso.
— Discreción... Puedo con eso — asiento con la cabeza — ¿Hay algo más?
— ¿Puedes cumplir con las veinticuatro horas del día?
— Si.
— Vivirás conmigo — agrega.
— ¿Que?
— El tiempo que te haces del pueblo hasta la empresa es de dos horas, esas dos horas me pueden traer pedidas a mi.
— Puedo conseguir algo acá cerca ¿Me necesitará cuando duerma acaso?
Sonrío más grande.
— Sin duda te necesitaré cuando duerma — lame sus labios lentamente repasando las facciones de mi rostro — yo no duermo.
— Morirás rápido — suelto sin pensar.
— ¿Aceptas o no?
— ¿Dónde firmo?