Volteé rápidamente a ver quién era la dueña de tan dulce voz que había sido capaz de hacerme estremecer en mi interior y fue tal la belleza que vi que acompañaba esa voz, que no pude más que dejar la botella vacía sobre el borde del pasamanos de la escalera, y mirarla de arriba abajo tantas veces como fue necesario para convencerme de que era real y no producto de mi imaginación, o una alucinación por la cantidad de alcohol que había consumido. Franco – Depende… (Tratando de que no se notara mi sonrisa pícara) … - ¿Y de qué depende? (sin comprender) Franco – Depende de quién pregunte… (Hizo una mueca y miró al costado para evitar, sin éxito, que viera su sonrisa) … - Malena Serrano (extendió su mano para saludarme, y yo le respondí dándole un beso en la misma, al tiempo que nos mirába