Siempre mirando al frente y con la mirada perdida, era como prefería gastar su tiempo libre en el parque cercano a casa. El viento en su rostro, el sonido que emitían los árboles al ser acariciados por el viento y las voces de los niños y jóvenes a su alrededor parecían la mejor compañía para ese paisaje; su única compañía. De vez en cuando su mirada se dirigía a un lugar físico, grupos de amigos que pasaban enfrente, pudiendo descifrar los sentimientos que podían existir entre aquellas personas; a veces la misma persona era amada por dos de ellos y otras sólo una… era ahí era cuando sentía ganas de llorar. Deseaba llorar porque sabía que no era su historia y sentía envidia, envidia de no poder presumirles a personas cómo ella que también era amada por dos, o tal vez sólo una persona.