–El señor Salvatore me mando a decirle que hoy no será necesario que se acerque a su oficina – dijo Roy, con voz solemne mientras Abigail tomaba su maleta y salía de su habitación. –¿Por qué? ¿Clausuro su cuarto de operaciones? – inquirió la chica de manera amarga, mientras salía de su habitación. Por supuesto, Roy no contesto, y tal parecia que esa dinámica no iba a cambiar. –Ayer me engaño – le dijo el hombre después de una pausa. –¿De que estas hablando? – Abi frunció el ceño. –Ayer me pregunto si el señor Salvatore estaba en casa, pero no para hablar con él, como dijo, si no para poder husmear a mis espaldas y a espaldas suyas – de alguna manera Roy se sentía utilizado, y un poco estúpido, había dejado que una chica de diecinueve años lo engañara, y no sabia como sentirse al