Marcela
Cuando salí de mi cuarto ya Vanessa había terminado de limpiar el desastre de la cocina, me senté en el mueble y prendí el televisor, noté que aún no habían rastros de mi madre, pero no le di importancia, al ver el televisor estaba el noticiero y mostraban una entrevista a la familia Gandara, Juan Carlos, su hijo Julián y su esposa Emma, a decir verdad ambos están bien guapos, a pesar de la edad Juan Carlos no ve nada mal, tiene el cabello un poco gris lo que lo hace destacar sus ojos verdes, tiene la piel blanca y la espalda ancha; por su parte Julián también tiene lo suyo, tiene el cabello castaño y los ojos marrones, por encima del traje se le nota la musculatura, cualquier mujer caería a sus pies, pero yo no soy cualquier mujer, y también está su madre, la señora Emma una mujer rubia muy elegante y ojos marrones, ya veo de quien sacó Julián esos ojos, en fin, escucho que hablan de un nuevo proyecto:
- La constructora continental está compitiendo con la constructora Sanits por un proyecto hotelero. – Dice Juan Carlos.
- Hace unas horas hicimos una reunión para tratar ese tema, pero aún estamos considerando la mejor proposición. – Añade Julián. – Pero estamos seguros de que saldremos ganadores y confíen en que así será.
En eso escucho una voz detrás de mí.
- ¿Está guapo verdad? - No la miro y le contesto.
- No lo puedo negar. - Vanessa se pone a mi costado.
- ¡Ay vamos! Cualquiera daría la vida por ser su novia. - Me giro bruscamente hacia ella.
- ¿Te estas escuchando? Lo que dices no tiene sentido, Las mujeres no andamos por ahí mendigando porque un hombre sea guapo, esos son los peores. – Exclamé enojada de repente. – Además ¿Qué es lo que insinúas? - La interrogo alterándome un poco demasiado.
- Nada yo solo decía que tú.... - La interrumpí.
- ¡No lo puedo creer! yo solo soy una prostituta, contrabandista que vive en el peor barrio de la ciudad, no me interesa ser despreciada por un cretino egocéntrico. - Le recuerdo dejando que salgan algunos que otras palabras en gritos. - Además, tampoco estoy interesada. - Agrego encogiéndome de hombros.
- Pero eso no significa que no puedas tener un sueño, querer casarte y salir de esta mala vida. - Se paró. - ¡¿Es que no te has visto?! ¡Eres hermosa! Tienes el cuerpo que quisiera tener cualquier mujer. - Hizo una pausa esperando que le diga algo, pero no lo hice así que continuó. - No te menosprecies por ser lo que eres solo intenta buscar un mejor trabajo y salir de aquí. Encontrar el amor y estoy segura que si es de verdad va a comprender todo cuando se lo digas. - En su expresión soñadora había un brillo intenso y una ingenuidad que la hacía adorable, está claro que Vanessa aún no sabe en el mundo que vivimos y solo conoce el de esos libros que lee, pero no digo nada al respecto porque prefiero que siga en esa burbuja a estar herida y podrida como yo.
- Ya me cansaron con esas conversaciones en casa. - Escuchamos una voz detrás de nosotras y ambas volteamos. - Lo que tienen que hacer es buscarse un tipo rico que las saque de aquí a las dos y punto, basta de lamentos. - Dijo mi madre acercándose a nosotras.
- Zaida no me di cuenta cuando se despertó. - Le dijo Vanessa a mi madre acercándose a ella para ayudarle con la silla de ruedas.
-Mamá, ¿Cómo estás? - Puse mi atención en ella y traté de sonreírle, pero solo recibí una mueca de disgusto se su parte.
- ¿Tú cómo crees? Estoy en una silla de ruedas sin poder valerme por mi misma y mi única hija llega a las 4 de la madrugada drogada después de prostituirse. - Dijo alzando la voz en las últimas palabras.
- Mamá no estoy para eso ahora. - Me levanté y me fui a mi cuarto.
¿Es que acaso no comprendía porqué lo hacía? Necesitábamos de que vivir y no iban a venir a traérnoslo a la puerta solo por obra de San Pedro.
Tomé mi celular y revise los mensajes que había recibido, eran unos ochenta y cinco mensajes, no los leí todos, pero si los que pude y algunos los respondí en eso me llegó uno de mi amigo "el gato" decía:
«Rosa vente para acá ahora mismo que tenemos un nuevo negocio y te necesitamos.»
Le respondí un:
« ok, voy para allá »
Me llegó otro del mismo diciendo:
«Te espero, no te tardes»
Salí de mi cuarto tomé mi cartera pequeña que estaba en la sala y me fui sin decirle nada a nadie. No quería más sermones por hoy, estaba harta.
Caminé unas calles hasta que llegué al callejón donde se juntaba la banda, allí estaban todos esperándome: "el gato", "Juncas”, "el caniche" y otros dos que apenas conozco de vista.