Capítulo 3

860 Palabras
Marcela Cuando salí de mi cuarto ya Vanessa había terminado de limpiar el desastre de la cocina, me  senté en el mueble y prendí el televisor,  noté que aún no habían rastros  de mi madre, pero no le di importancia, al ver el televisor estaba el noticiero y mostraban una entrevista a la familia Gandara, Juan Carlos, su hijo Julián y su esposa Emma, a  decir verdad ambos están bien guapos, a pesar de la edad Juan Carlos no ve nada mal, tiene el cabello un poco gris lo que lo hace destacar sus ojos verdes, tiene la piel blanca y la espalda ancha; por su parte Julián también tiene lo  suyo, tiene el cabello castaño y los ojos marrones, por encima del traje se le nota la musculatura, cualquier mujer  caería a sus pies, pero yo no soy cualquier mujer, y también está su madre, la señora Emma una mujer rubia muy elegante y ojos marrones, ya veo de quien sacó Julián esos ojos, en fin, escucho que hablan de un nuevo proyecto: ­- La constructora continental está compitiendo con la constructora Sanits por un proyecto hotelero. – Dice Juan Carlos. - Hace unas horas hicimos una reunión para tratar ese tema, pero aún estamos considerando la mejor proposición. – Añade Julián. – Pero estamos seguros de que saldremos ganadores y confíen en que así será. En eso escucho una voz detrás de mí. - ¿Está guapo verdad? - No la miro y le contesto. - No lo puedo negar. - Vanessa se pone a mi costado. - ¡Ay vamos! Cualquiera daría la vida por ser su novia. - Me giro bruscamente hacia ella. - ¿Te estas escuchando? Lo que dices no tiene sentido, Las mujeres no andamos por ahí mendigando porque un hombre sea guapo, esos son los peores. – Exclamé enojada de repente. – Además ¿Qué es lo que insinúas? - La interrogo alterándome un poco demasiado. - Nada yo solo decía que tú.... -  La interrumpí. - ¡No lo puedo creer! yo solo soy una prostituta, contrabandista que vive en el peor barrio de la ciudad, no me interesa ser despreciada por un cretino egocéntrico. - Le recuerdo dejando que salgan algunos que otras palabras en gritos. - Además, tampoco estoy interesada. - Agrego encogiéndome de hombros. - Pero eso no significa que no puedas tener un sueño, querer casarte y salir de esta mala vida. - Se paró. - ¡¿Es que no te has visto?! ¡Eres hermosa!  Tienes el cuerpo que quisiera tener cualquier mujer. - Hizo una pausa esperando que le diga algo, pero no lo hice así que continuó. - No te menosprecies por ser lo que eres solo intenta buscar un mejor trabajo y  salir de aquí. Encontrar el amor y estoy segura que si es de verdad va a comprender todo cuando se lo digas. - En su expresión soñadora había un brillo intenso y una ingenuidad que la hacía adorable, está claro que Vanessa aún no sabe en el mundo que vivimos y solo conoce el de esos libros que lee, pero no digo nada al respecto porque prefiero que siga en esa burbuja a estar herida y podrida como yo. - Ya me cansaron con esas conversaciones en casa. - Escuchamos una voz detrás de nosotras y ambas volteamos. - Lo que tienen que hacer es buscarse un tipo rico que las saque de aquí a las dos y punto, basta de lamentos. - Dijo mi madre acercándose a nosotras. - Zaida no me di cuenta cuando se despertó. - Le dijo Vanessa a mi madre acercándose a ella para ayudarle con la silla de ruedas. -Mamá, ¿Cómo estás? - Puse mi atención en ella y traté de sonreírle, pero solo recibí una mueca de disgusto se su parte. - ¿Tú cómo crees?  Estoy en una silla de ruedas sin poder valerme por mi misma y mi única  hija llega a las 4 de la madrugada drogada después de prostituirse. - Dijo alzando la voz en las últimas palabras. - Mamá no estoy para eso ahora. - Me levanté y me fui a mi cuarto. ¿Es que acaso no comprendía porqué lo hacía? Necesitábamos de que vivir y no iban a venir a traérnoslo a la puerta solo por obra de San Pedro. Tomé mi celular y revise los mensajes que había recibido, eran unos ochenta y cinco mensajes, no los leí todos, pero si los que pude y algunos los respondí en eso me llegó uno de mi amigo "el gato" decía: «Rosa vente para acá ahora mismo que tenemos un nuevo negocio y te necesitamos.» Le respondí un: « ok, voy para allá » Me llegó otro del mismo diciendo: «Te espero, no te tardes» Salí de mi cuarto tomé mi cartera pequeña que estaba en la sala y me fui sin decirle nada a nadie. No quería más sermones por hoy, estaba harta. Caminé unas calles hasta que llegué al callejón donde se juntaba la banda, allí estaban todos esperándome: "el gato", "Juncas”, "el caniche" y otros dos que apenas conozco de vista.
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