Las manos me sudan, el pulso se acelera y siento que en cualquier momento voy a vomitar el desayuno que no tome. Mientras Samuel se detiene en el estacionamiento del campus, puedo sentir como los nervios se apoderan de mis sentidos. Respiro profundo intentando calmar el sentimiento que me alberga cuando una mano se posa en mi pierna haciendo que esta se detenga de inmediato. —Todo va a salir bien —murmura Ian por enésima vez desde que baje esta mañana al comedor. Asiento, pero me reservo las palabras. Desde la visita, el día de ayer de su amigo y nuestra posterior conversación he notado a un Ian más relajado. De hecho, podría decir que está dispuesto a dejar que las cosas caigan por su propio peso. O es lo que percibo de él. «Solo espero no equivocarme.» Samuel apaga el motor del