—Por tu lindo bronceado debo deducir que tuviste un tiempo bajo el sol de las vegas. Le doy abrazo a Luisa cuando me encuentra en el vestíbulo de la clínica de reposo. —Debo admitir que lo agradezco porque puede salir —suspiro —pero ahora debo volver a mi trabajo y mi vida. Niega. —Pero es diferente porque tienes el respaldo de un hombre que podría comprarte un hospital para ti sola. — ¡¿Luisa, para qué coño voy a querer un hospital?! —me rio y ella hace lo mismo. —Lo siento—. Susurra cuando uno de los doctores nos mira con censura. —Necesito asistencia en la habitación catorce B. —Enseguida, doctor —asiento y le sigo. Los últimos días todo ha sido una montaña rusa con todo lo sucedió. Me muerdo el labio al recordar mi noche con Ian. «Supongo que era mi turno de pedir un paréntes