MARÍA
Max se ha instalado en su oficina, casi todos los días comemos juntos, nos hemos comenzado a conocer, aunque jamás me ha insinuado que le interese algo más conmigo, yo solo me conformo con mirar su cautivadora sonrisa todos los días.
Betty aun no me responde las llamadas, he ido a buscarla a su departamento, pero no está, la portera de su edificio me dijo que se fue hace unos días y no ha regresado, seguro encontró algún muchacho y se fue unos días de viaje con él, no sería la primera vez que lo hace.
Le he contado a Carly sobre mi apuesto y sexy súper jefe, ella piensa que debo tener cuidado, porque puedo acabar enamorándome de él, aunque creo que eso no lo puedo evitar, cada vez que me mira, o con un solo toque de su piel, mi corazón palpita con fuerza dentro de mí, además del extraño revoloteo que siento en el estómago, es que lo miro a los ojos y veo a mi perfecto y anhelado príncipe azul.
— Hola María – dice Saúl, el vigilante de la editorial mirándome con intensidad
— Hola – digo con una pequeña sonrisa
— Hoy te vez muy guapa – dice y me sonrojo, la verdad me traté de arreglar un poco más, porqué Max me dijo que comeríamos juntos, me puse mi mejor y más entallada falda junto a una blusa blanca de seda, creo que para Saúl no pasó desapercibido mi esmero
— María, el viernes va a haber una fiesta y me preguntaba si – dice Saúl, pero no termina de hablar porque Max se acerca a nosotros con rapidez
— Buenos días – dice Max mirándome intensamente
— Buenos días señor – dice Saúl mirando como Max me mira fijamente
— Bueno Saúl, nos vemos después – digo y él me sonríe ampliamente, miro a Max y él me mira con seriedad
Entramos juntos a la editorial, aun no me ha hablado, ni cuenta se ha dado que me puse falda, ¿en qué diablos estaba pensando?, él ni siquiera nota si me peino o no.
— ¿Estas bien? – pregunto rompiendo el incómodo silencio
— Aja – dice secamente, parece que hoy no está de humor
— ¿Saúl es tu novio? – dice de pronto, y lo miro confusa
— No, ¿Por qué? – pregunto con el ceño fruncido, ¿porque pensaría eso?, a menos que sea por la intensa mirada de Saúl sobre mi flacucho cuerpo
— Nada más, parece que le gustas – dice y sonrío por su tonto comentario, pero él sigue mirándome serio
— ¿Es enserio? – pregunto al mirar su seriedad
— No es así, además a mí no me gusta, no cumple con ninguna de las características de mi príncipe azul – digo sin pensar, él me mira fijamente, diablos, creo que se ha dado cuenta de mi demencia
—¿Príncipe azul? – pregunta confundido por mi indiscreción
— Si, ya se, soy patética, pero llegara, algún día – digo no muy convencida de lo que he creído toda mi vida, en realidad, ya llegó, esta frente a mí, mirándome divertido por mi estúpida ilusión, lo miro irritada, lo que me faltaba, otro que se burla de mí
— Con permiso – digo, salgo del elevador y me siento frente a mi escritorio, él llega hasta a mí, sigue con esa sonrisa en sus labios, se ve hermoso sonriendo, lástima que sea porque se está burlado de mi
— Nos vemos al rato – dice y se aleja a su oficina, este hombre me vuelve loca
***
— Entonces ¿Saúl no te interesa? – pregunta mientras muerdo mi hamburguesa en el restaurante al que hemos ido a comer, niego con la cabeza
— ¿Cuáles son las características de tu príncipe azul? – pregunta con curiosidad, pero no le voy a decir nada, solo se quiere reír de mi
— No quiero hablar de eso – digo tajantemente, él me mira con desilusión
— ¿Porque no? – pregunta inquietante
— ¿Para qué quieres saber?, solo te vas a burlar de mí, como todos – digo molesta, él toma mi mano y la oprime suavemente, haciendo que me olvide de cualquier pizca de sensatez
— María, yo nunca me burlaría de ti – dice mirándome fijamente mientras me pierdo en sus bellos ojos grises
— Dime – dice con suplica, robándome toda voluntad
— Está bien, pero con una condición. – digo y él enarca una ceja intrigado
— ¿Cuál? – pregunta y yo sonrío
— Que tú me vas a contar todo lo que yo quiera – digo y él asiente divertido
— ¿Trato? – digo y estiro mi mano hacía a él, mueve la cabeza divertido y estrecha mi mano con la suya
— Trato – dice y me mira fijamente
— Yo siempre he creído que, que algún día llegara mi príncipe azul, el hombre perfecto para mí, que nos enamoraremos y seremos muy felices juntos, y las características que debe tener son, que sea bueno, inteligente, trabajador, culto, educado, muy, muy guapo, debe hacerme reír siempre, cuidarme y consentirme, en realidad la lista es enorme– digo con ilusión, él está sonriendo al escuchar mi relato
— Si, ya se, soy patética – digo y él sigue sonriendo
— No eres patética, solo un poco exigente – dice y lo miro ceñuda
— Como sea, te lo mereces, eres muy divertida, y hermosa, así que no pides nada que no merezcas – dice y lo miro con devoción, él cree que soy hermosa, no me ha criticado, ni se ha burlado de mis locuras, si supiera que él cumple con la lista completa de cualidades de mi príncipe azul.
— Ya te conté lo de mi príncipe azul, te toca – digo y él sonríe
— Está bien ¿Qué quieres saber? – dice y yo lo voy a provechar
— ¿Porque nunca hablas de tu hermano, y la única vez que lo mencionaste parecías enojado? – digo y él se pone rígido, la verdad me muero de la curiosidad
— Él y yo nunca nos hemos llevado bien, además… – dice y se queda callado, miro como se tensa su mandíbula, y a mí me da más curiosidad saber que pudo haber pasado para que se ponga así con solo mencionarlo
— No vale la pena, es un idiota – dice secamente, creo que dejare ese tema por la paz, por ahora
— ¿Y no piensas volver con tu novia? – digo cambiando de tema, él me mira fijamente, como si le doliera recordarla
— No, ella me engañó y jamás se lo voy a perdonar, aunque – dice y se queda callado, lo miro atenta, se ve que le dolió mucho lo que esa mujer le hizo
— ¿Qué? – pregunto expectante, su penetrante mirada se clava en la mía, haciendo que mis manos suden sin cesar
— Aunque la amo con toda el alma, ella es y siempre será la única mujer que amare, no voy a casarme con nadie más, solo ella es perfecta para mí, pero eso ya terminó, siempre la voy a amar, nunca nadie más ocupara mi corazón, solo ella – dice y siento como las lágrimas me pican los ojos, no debería sentirme así porque él jamás me ha insinuado nada, pero no puedo evitar sentir como mi corazón se parte en mil pedazos al escuchar su confesión, él nunca amara a ninguna mujer, ni se casara con nadie más, solo ella es la dueña de su corazón, ese corazón con el que yo sueño cada noche.