Dylan Cuando el timbre anunció el final de la jornada escolar, suspiré en agradecimiento de no haber cedido a la locura. ¿Es qué quien no lo haria en mi lugar? Hoy había caído por las escaleras, aplastado al chico malo de la escuela, rechazado a dicho chico e ignorando durante horas su mirada en mi. No me perdí la sensación de nerviosismo e inseguridad que me consumieron durante cada clase. No lograba concentrarme en nada, si no en la conversación que había tenido con Nika. ¿Por qué me había pedido la oportunidad de conocernos? Llevaba viviendo en esta manada casi catorce años, de los cuales doce, habíamos compartido escuelas. ¿Qué pudo cambiar para querer ahora ser mi amigo? ¿Por qué no dejaba de insistir en que lo escuchara? ¿Por qué incluso seguía torturándome con preguntas relaci