Chase Baldwin.
Cinco minutos. Solo necesito cinco minutos de paz.
«Pero ni eso logro tener».
Estoy viendo por la ventanilla, intentando ignorar mis reclamos internos sobre qué carajos estoy haciendo, cuando un golpe seco a mi lado llama mi atención. Podría decir que no lo esperaba, pero la verdad es que sí, sabía que algo sucedería.
Cinco putos minutos y un avance de solo dos manzanas, para que esta mujer del demonio caiga como saco de patatas sobre el asiento, rendida y medio roncando. Ni siquiera el porrazo en su frente con el cristal de la ventana, la despierta.
—No puede ser —protesto, irritado y frustrado a partes iguales.
El taxista me mira por el espejo retrovisor y supongo que ve mi molestia, porque pregunta hacia dónde debe dirigirse. Tapo mis ojos con dos de mis dedos y
