[CAELI] El sol empieza a bajar, redondeando el horizonte con ese color que solo tiene el atardecer pampeano: una mezcla de oro viejo y fuego. Todo parece volverse más lento, más tibio. El aire huele a pasto cortado y a pan recién horneado, ese olor que escapa desde la cocina cada vez que se abre el horno. Estoy recostada en el porche, sobre la vieja mecedora, con los pies descalzos y un libro abierto sobre el regazo. No leo. Solo dejo que las palabras descansen ahí, como si fueran una excusa para quedarme quieta. Mi cuerpo ha empezado a cambiar con una determinación que me asusta un poco. La panza se redondea más cada día, empuja la tela de mis camisetas, y a veces siento pequeñas punzadas que me recuerdan que hay alguien dentro, creciendo. Alguien que depende por completo de mí. Me cu

