19 de febrero
El sol comienza a colarse tímidamente por la ventana, pintando la habitación con tonos dorados y suaves. Estoy acostada en la cama, con el cuerpo cansado y el corazón en vilo. Apenas son pocas semanas, pero el médico fue claro: reposo absoluto, embarazo de alto riesgo. Cada movimiento, cada pequeño dolor, es un recordatorio silencioso de lo delicado que es todo ahora.
Desde la cocina, escucho los sonidos calmados de Kian. Me imagino sus manos preparando el desayuno con cuidado, como un ritual silencioso para mantener el equilibrio entre lo que somos y lo que podría ser.
No puedo incorporarme, ni siquiera sentarme. Sé que debo quedarme aquí, inmóvil, y él lo sabe. Por eso no se acerca demasiado cuando entra en la habitación, con una bandeja en las manos.
Sobre ella hay té
