El sol ya se ha ocultado, y con el se va también la poca claridad que me quedaba dentro. El campo se tiñe de ese azul sucio del atardecer tardío, y el silencio empieza a pesar más que los pasos que no doy. Me detengo. Respiro. Pero nada cambia. El nudo sigue ahí. Hoy me he confrontado con algo que no quiero aceptar: la culpa. Una culpa densa, amarga, asfixiante. Siento celos de Bruno. Lo pienso y enseguida quiero tragármelo, borrarlo, negar que existe. Porque admitirlo es aceptar que me pasa algo con Caeli. Y eso... eso me mata. No se lo digo a nadie. Ni siquiera a mí mismo en voz alta. Me da miedo. No por lo que significa para los demás, sino por lo que revela de mí. Porque si lo acepto, ¿entonces qué? ¿Qué hago con todo esto que siento y no puedo tener? Bruno apareció como siempre apa