El hombre tiene una barba larga y sucia, se le ve delgado y desnutrido. En su rostro se ve tristeza y cansancio, pero sus ojos al verme parecen encontrar luz. La mujer tiene el cabello completamente enredado y desaliñado, se notan pequeños cabellos blancos, se han empezado a opacar su color castaño de toda su cabellera. Al igual que el hombre, se le nota cansada y desnutrida, las cadenas son muy pesadas para caminar, pero al final, se le une al hombre quien ha logrado llegar hasta el final de sus celda para poner su cabeza entre los barrotes para observarme. —¿Más prisioneros?—impugnó sabiendo cuál es su final, la muerte y seguramente nada de lo que diga o haga, podrá cambiar su destino. —¿Acaso no los reconoces?—me cuestiona mientras alza una ceja, parece desconcertado. Así que vuelvo

