Despierto sintiendo mi cuerpo cansado, la noche no es demasiado extensa para que pueda disfrutar de la presencia de mi esposo y también para que pueda descansar después de saciar mis deseos de estar con él. Los días se han vuelto, sueños, hermosos sueños donde finalmente me siento feliz y plena. La vida es hermosa. —Buenos días, majestad—me dice mi nana mientras abre el cortinaje blanco, para permitir que más luz ilumine la belleza de la habitación en la que duermo y hago el amor con mi esposo. Sonrió mientras me siento sobre mi sitio, aunque, como de costumbre desde que llegamos a este palacio, Bastian no está. Él suele levantarse muy temprano, prácticamente antes de que salga el sol, lo hace despacio y muy sigiloso para no despertarme y luego se va el resto del día, para volver poco de

