Cierro el puño con fuerza al recordar la cara de esa niña ante al acoso constante de ese tipo. Me levanto de mi sitio sin pensar en las consecuencias y camino o mejor dicho, corro hacia él sin importarme nada hasta que simplemente mi puño cae en su cara. No soy lo suficientemente fuerte para lograr moverlo de su sitio, pero mi golpe es tan certero qué logra desestabilizar lo de su lugar. La sensación de gloria recorre mis venas, nunca creí poder hacer esto, pero desgraciadamente me doy cuenta que no ha sido por mi venganza qué lo hice, sino por esa niña a quien pretenden utilizar. De pronto el general Leblanc, se lleva la mano al labio y veo que de él, ha salido apenas una pizca de sangre, por lo que es obvio que al golpearlo, él mismo se lo lastimo con los dientes. —¡Maldito mocoso!—b

