Saco la llave, pero al intentar meterla, pero mi mano tiembla, así que tengo de respirar profundo para tratar de controlar los nervios qué me invaden. Cuando por fin logro introducirla, rezo internamente para que abra la puerta y al girarla, esta hace un ruido y la puerta cede. Quiero reír de alegría, gritar y brincar, pero los nervios me lo impiden, así que entro y rápidamente llego al lugar donde mi amiga descansa. —Odette...—mi voz se apaga mientras muevo a mi amiga para intentar despertarla y ella enseguida abre los ojos, asustada y agitada. —¿Qué quieren?—reclama sin tomarse el tiempo de observar quién soy. Se remueve en su sitio para alejarme y se va hacia un rincón de la cama. —¡Cálmate!—susurro asustada de que alguien la escuche—tenemos que irnos ahora. Extiendo mi mano haci

