Leblanc sonríe y luego esa sonrisa se convierte en una carcajada sonora. Enseguida finge que se limpia una lágrima de la comisura de su parpado demostrando cuanta gracia le ha hecho mis palabras, por supuesto intuyo que lo hace para afrontar sus delitos porque sé que hasta ahora nadie se ha atrevido a decirle de frente sus culpas, porque nadie ha tenido el poder que yo tengo para hacerlo. De quererlo, me habría llevado a la horca en este momento, lo veo en sus ojos, pero es este título lo que le impide tocarme, nunca lo ha hecho con excepción de aquel día en que me obligo a mirar mientras esos malditos ultrajaban a las dos mujeres más importantes de mi vida. De haberlo podido hacer, de poder regresarle cada uno de esos segundos, claro que lo había hecho, pero Leblanc estuvo casado cinco

