Permanecemos así por lo que parece ser mucho tiempo, ninguna de la dos dice nada, pero entre el silencio de la habitación, escucho que ella solloza mientras el abrazo perdura y cuando me aparto de su hombro, observo con ternura que es verdad que estuvo llorando por lo que tuve que pasar. —No te preocupes—me dice dirigiendo su mirada hacia mi vientre, para tocarlo de una forma que me parece un poco impropio viniendo de ella, porque no lo hace con amor y ternura, sino más bien como si se tratara de un pequeño animal que le da miedo o quizás desdén. Lo primero que pienso es que lo hace por el origen de su concepción y mi relación con el padre de mi hijo. Si bien es cierto que el comienzo de nuestra historia es digna de una pesadilla, las cosas se han venido desarrollando de una forma que ni

