Capítulo Cinco

1128 Palabras
Al día siguiente, ya estaba despierta a las cuatro de la mañana. Estaba acostumbrada a levantarme temprano en casa; debía terminar todas las tareas antes de que mis padres se levantaran o me castigaban. Después de estar sentada sin hacer nada durante unos treinta minutos, decidí ver si había algo en lo que pudiera ayudar. Después de todo, ya me estaban alimentando y alojando gratis. Lo mínimo que podía hacer era colaborar con las tareas del hogar. Bajé las escaleras y observé alrededor. La casa estaba impecable, así que no había mucho que limpiar. Preparé el desayuno: panqueques con sirope de fresa. Esperaba que les gustara; era una de las comidas más fáciles de hacer en la mañana. Luego regresé a mi habitación, intentando dormir un poco más. Dos horas después, bajé nuevamente y encontré a Rose y John desayunando. “Buenos días,” los saludé. “Buenos días, Sophia. ¿Cómo dormiste?” preguntó John amablemente. “Buenos días, Sophia. ¿Tú hiciste esto?” preguntó Rose, señalando la torre de panqueques frente a ella. Esperé que no estuviera molesta. Algunas mujeres odian que otras usen su cocina. “Sí, fui yo. Espero que no te moleste que haya usado tu cocina sin pedir permiso,” respondí en voz baja, cruzando los dedos. No podía soportar la idea de que la persona más amable que había conocido en mi vida se enojara conmigo. “No, para nada. En realidad quería felicitarte, está delicioso. Así que anímate, nadie está molesto contigo, ¿de acuerdo?” dijo Rose con una gran sonrisa. “¡Oh, gracias!” respondí, sonrojándome. “Bueno, damas, me voy al trabajo,” dijo John mientras le daba un suave beso en los labios a Rose y salía de la casa. Cuando terminamos de desayunar, Rose y yo lavamos los platos. Luego ella salió de compras, dejándome sola en casa. Todavía no entendía cómo podían confiar tanto en una rebelde. Por lo que sabían, podía ser una ladrona… o peor, una asesina. O tal vez todo esto era una forma de ponerme a prueba. Sabía que el Beta no confiaba en mí. Tres horas más tarde, Rose regresó del centro comercial. Traía una caja llena de ropa. Al verla, empecé a llorar. La última vez que mis padres me habían comprado algo de ropa fue cuando tenía quince años, y ni siquiera era nueva: era usada. “Shhh, ¿por qué lloras?” preguntó Rose, preocupada. “Yo…” intenté hablar, pero rompí a llorar de nuevo. “¿Por qué?” insistió. “¿Por qué eres tan buena conmigo?” pregunté al fin, soltando la duda que llevaba guardada desde el hospital. Rose sonrió. “Digamos que me recuerdas mucho a mí misma.” “¿Qué? ¿Cómo así?” pregunté confundida, sin entender a qué se refería. “Sí. Hace dos años estuve en una situación similar… o quizás peor que la tuya.” “¿También te desterraron de tu manada?” le pregunté con curiosidad. “Oh, no. Soy humana. Me sorprende que no lo hayas notado,” dijo riendo. “¡Wow! Pensé que también eras una mujer lobo. ¿Pero cómo es que hueles como una?” pregunté asombrada. Jamás habría imaginado que fuera humana. Claro que tampoco había conocido a ningún humano antes. Nunca había salido de mi manada hasta el día en que me desterraron. “Supongo que se debe a que soy parte de la manada… o tal vez porque estoy unida a un lobo,” explicó Rose. “Sí, eso tiene sentido. Pero espera, ¿cómo reaccionaron los Alfas cuando supieron que te unías a la manada? En mi antigua manada, no se nos permitía tener pareja humana. Si tu alma gemela era humana, debías elegir: aceptarla y ser desterrado, o rechazarla y quedarte.” Recordé los casos de otros que habían tenido que tomar esa cruel decisión por culpa de las leyes del Alfa. “¿De verdad? Qué crueldad. Tu Alfa suena como un hombre despiadado. En cambio, los Alfas de esta manada fueron muy amables y acogedores. De hecho, esta casa fue su regalo de bodas para John y para mí,” dijo Rose con una sonrisa. “Vaya, parecen personas maravillosas. Ojalá fuéramos parte de esta manada,” comentó Aliyah dentro de mi cabeza. “Yo también lo deseo, Aliyah,” respondí mentalmente. “Eso fue muy generoso de su parte. ¿Y cómo llegaste aquí?” seguí preguntando, curiosa por conocer toda su historia. “Oh, querida, yo no llegué aquí por mi cuenta. John me encontró y me trajo. Al principio estaba dispuesto a abandonar la manada si sus Alfas no me aceptaban. Mi padre murió cuando tenía seis años. Todo iba bien para mi madre y para mí hasta que un día la despidieron de su trabajo. Por frustración, empezó a beber… y pronto se volvió alcohólica. Al principio solo me maltrataba con palabras, diciéndome que era una desgracia, que era la causa de la muerte de mi padre, de su despido y de toda nuestra miseria. Con el tiempo, comenzó a golpearme. Me dejaba casi inconsciente. Tenía que usar maquillaje para ocultar los moretones en la escuela. A los diez años ya me mantenía sola. Cuidaba niños en el vecindario por unos pocos dólares. A veces cortaba el césped para ganar un poco más. Cuando crecí, trabajé de niñera y de mesera en un restaurante. Logré pagar mi escuela hasta la secundaria, y después obtuve una beca universitaria. Durante mi último año en la facultad de medicina, conocí a John. Estábamos en una excursión en el bosque. Me alejé del grupo y lo encontré inconsciente. Había sido atacado por rebeldes y lo habían dejado allí para morir. No podía cargarlo, así que volví al campamento y pedí ayuda. Cuando despertó, no me dejó ir. Resulta que supo enseguida que yo era su compañera. Comenzamos a salir dos meses después. No me dijo que era un hombre lobo de inmediato, aunque yo ya sospechaba que había algo diferente en él. Cuando finalmente me lo confesó, pensé que era una broma… hasta que se transformó frente a mí. Entré en pánico y salí corriendo. El idiota creyó que lo había rechazado. Dos semanas después, un amigo suyo vino a buscarme y me rogó que fuera a verlo porque estaba destrozado. Fui, y le expliqué que no lo había rechazado, solo estaba asustada. Y bueno, el resto es historia,” terminó Rose, con una sonrisa y lágrimas en los ojos. “Wow…” fue lo único que pude decir. Estaba sin palabras. “Sí, wow. Ven, vamos a preparar el almuerzo. Tengo hambre,” dijo Rose levantándose y dirigiéndose a la cocina. Me levanté también y la seguí.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR