Alegra Siento los ojos tan pesados que no puedo abrirlos o más bien, no quiero comprobar que, lo que vi hace momentos era ese fantasma al que había enterrado hace tiempo atrás, al que dejé en el mar. Poco a poco voy recobrando los movimientos de mi cuerpo y, cuando tomo el valor, abro los ojos para encontrarme con la mirada de Pedro Montero, ese hombre que pensé estaba muerto. Asustada y aun impactada, me muevo para alejarme de sus brazos, esos que me arropan mientras estoy recostada sobre el suelo de lo que parece es alguna parte del jardín del hospital⎯ déjame ⎯ le pido. Y me levanto, para sentarme lejos de él. Pedro me ve a los ojos y juro que siento como un escalofrío recorre todo mi cuerpo ⎯¿estás bien? ⎯ me pregunta. Me quedo observándolo ⎯ no, esto no puede estar pasando ⎯ le