Me aferro al borde de la mesa metálica, intentado acercarme a él pese a que el muro invisible sigue separándonos. De pronto siento la necesidad de abrazarlo y pedirle perdón de nuevo. Sus ojos apenas y sufren un ligero cambio al entornarse suavemente. También aprieta los labios. —¿Y yo? No comprendo, de modo que permanezco callada. —¿Estar conmigo te hará feliz? —inquiere todavía sin vacilar. La garganta se me anuda al escucharlo mientras que el corazón se me aprieta contra el pecho. —Sí —la voz me tiembla. Alan tensa la mandíbula y ladea el rostro para no mirarme, no obstante logro interpretar su expresión: es la misma que mantiene a raya sus sensaciones, una máscara de contención que intenta esconder lo herido que se siente. Las fuerzas me abandonan, mis brazos caen de vuelta a m

