Lana me acompaña a mi apartamento. Al verme tan agotada y ojerosa, se ofrece para ayudarme a organizar mi equipaje. Me pide que me dé una ducha relajante, mientras ella llama para que me suban un almuerzo nutritivo, pero me niego y le comento que desde hace varios días no puedo comer nada más que frutas y algo de verduras. Lana se queda mirándome con los ojos entrecerrados, suelta el aire que tiene contenido en sus pulmones y me habla. —¿No piensas ir al médico?— me dice seria. —¡Todos me mandan al médico y me tienen desesperada!— grito frustrada. —¿Así de mal me veo?— inmediatamente me arrepiento de haber preguntado eso porque hasta yo sé que no me veo nada bien desde hace días. —¿En serio quieres que te responda?— levanta una ceja. —No comes, todo lo vomitas, duermes mal, lloras c