—Claro que no —tomo su rostro entre mis manos. —. Has demostrado ser una maravillosa hija, estuviste dispuesta a sacrificarte por ellos, pero en algo siempre tuviste razón, el dinero se les subió a la cabeza —ella suelta una pequeña risa por primera vez. —. El dinero si cambia a las personas, tal vez él lo hizo porque estaba acorralado... —No —niega rotundamente. —. No lo defiendas, él no tenía derecho, soy su hija, Hugo, su sangre —se señala a sí misma. —. Para colmo sabía lo nuestro, lo disimuló tan bien. —A razón —comento pensativo. —¿Qué? —pregunta confundida. —Fue a la empresa a gritarme como loco que le regresara a su hija, hasta me amenazó, pero no importa, no te interrumpo más —le digo con una sonrisa. —Ya te sabes el resto —menea la cabeza. —Ya empezaste —me encojo de h