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—Bastian, cálmate que los estás asustando —le pido, mientras veo las caritas aterradas de ambos pequeños.
—¡No más de lo que nos asustaron ellos! —me grita y lo miro con rabia porque no está siendo sensato en este momento.
Briseida no dice nada porque sigue llorando por el susto que nos dimos con los pequeños perdidos y me duele verla así porque con lo poco que he logrado conocerla, presiento que por su mente debe estar pasando su esposo y el dolor de haber sentido perder a lo único que le queda de él, así que me acerco a ella e intento calmarla.
Obviamente llamamos la atención de todos a nuestro alrededor porque son dos pequeños llorando, una mujer adulta igual, un hombre furioso y renegando y yo que intento calmarlos a todos.
—¡Nos vamos de vuelta al barco! —dice
