Peter Lewinski La risa baja de Steve resuena por todo el lugar. No lo miro, no presto atención siquiera a lo que dice, porque solo pienso en ella. Porque mis ojos están fijos en ella. Estoy aterrado. Siento mi pulso en mi garganta y el temblor instantáneo que recorre todo mi cuerpo. La sola idea que pasa por mi cabeza y atormenta mis pensamientos me hace débil, me desespera. Intento mantener la esperanza. «Dame una señal, por favor, solo una». Ruego interiormente, una y otra vez, sin cesar. Como ese mantra en el que necesito creer. Me quedo mirando fijamente su pecho y las milésimas de segundo que demoro en notar que sí se mueve, aunque solo ligeramente, me duran una eternidad. Pero el alivio que me recorre es indescriptible. «Está viva. Está viva». Me lo repito, porque tengo que c