Danielle. Mis manos tiemblan. Le entrego el ramo de flores y me arrodillo. —¿Damián, quieres casarte conmigo? Damián sonríe y limpia sus lágrimas. —¡Sí, por supuesto que quiero! Él me carga y me besa. Él extiende su mano y le coloco el anillo y después me coloco el mío. —Danielle, mi muñeca. Siempre estas a un paso delante de mí. —¿A qué te refieres, mi amor? —Yo te pediría matrimonio el día de nuestro cumpleaños. —Lo siento, puedes hacerlo tú también no me importa. —No lo dije por eso, Danielle. Lo dije porque tú eres la mejor, una mujer increíble y sin miedo, eres una diosa. —Tengo una segunda sorpresa, Damián. —Dime. —¿Recuerdas cuando hablamos en el parque de tener bebés? —Danielle, ¿tú estás...? —Sí, tengo tres semanas. ¡Vamos a ser padres! Damián me carga otra vez y

