Lo que construímos ©
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David
Abro la puerta del piso y lo primero que viene a mí es un exquisito olor a comida que me abre el apetito. Después camino unos pasos y de pronto, Esme se acerca a mí con una sonrisa que me hace salir de mi trance.
⎯Buenas tardes, señor, ¿me permite su saco? ⎯ me comenta, para luego estirar los brazos.
⎯Gracias ⎯ comento un poco confundido, ya que no me esperaba esto.
Esme se retira, supongo que va hacia mi habitación para, después, notar que en la sala hay cuatro ramos de flores perfectamente bien acomodados, adornando el lugar. Las ventanas de la sala están abiertas, y puedo ver las cortinas moviéndose con el aire que corre de una ventana a otra.
Sigo caminando por el resto del lugar, y observo que hay más ramos de f
