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“Maternidad por elección, no por imposición”, esas palabras se han quedado en mi mente a lo largo del día mientras pongo mis manos sobre mi vientre y lo acaricio. Desde que supe que tendría niña, no he dejado de hacerlo, sólo quiero comunicarle lo mucho que ma amo y que, a pesar de que estamos solas en esto traté de hacer lo mejor.
Mis padres, a pesar de que sé que siguen enojados se alegraron mucho y cuando les dije que se llamaría Sabina me preguntaron de donde había sacado ese nombre y yo simplemente dije “porque Manu me lo regaló”, y es que es la verdad, así que siempre le podré decir que su tío fue el autor de su nombre que parece un poema, algo muy Manu.
Llegó a mi casa después de la cita con el médico, llena de botes de vitaminas junto con una lista de órdenes médicas. Es chistoso, hace unos meses atrás olvidaba incluso comer, y hoy debo tomar pastillas diarias y evitar ciertos alimentos y movimientos incluso, Ben, me pidió que me olvidara de estar moviéndome de arriba para abajo, por lo que tendré que llevar la receta médica a la escuela para ya no hacer deportes, algo que me da mucha vergüenza porque oficialmente se sabrá que estoy embarazada.
La verdad sigo renuente a ir al colegio en este estado, tal vez suene tonto y bastante inmaduro, que debe sonar así porque solo tengo diecisiete años, pero no quiero seguir yendo porque no quiero que nadie me vea, porque quiero mantener todo esto en secreto hasta el día que ella nazca. En mi mundo perfecto, nadie está enterado del asunto, mi padre me saca del colegio y me da un tutor privado, llevo mi embarazo encerrada en mi casa y al nacer mi bebé puedo fingir que es mi hermana; ahora que lo pienso en pésima idea.
En fin, cuando mi madre me da todas las instrucciones de lo que debo tomar, cuántas veces al día y advertirme que se terminó el comer mal a deshoras. Subo a mi habitación y me recuesto, ya más tranquila, sobre mi cama, me pongo las manos sobre el vientre y suspiro.
—Vale Julie, ahora vas a ser mamá, tal vez ahora deberían llamarte María Julia suena más formal — hablo conmigo misma— mejor guarda silencio.
El sonido de la voz de mis padres hablando en su habitación me alerta, ¿seguirán hablando de mí?, ¿de lo decepcionados que están? Me volteó a un lado y ahora mi rostro da hacia la ventana, puedo ver cómo el cielo se empieza a pintar de colores porque después le dará paso a la obscuridad y la luna brillará alto. Me encantan cuando los veranos se van terminando en Ibiza, porque el cielo lo comunica de una manera excepcional, ya que las lunas de otoño son geniales.
—Bueno, supongo que tenemos que presentarnos — le hablo a la nada aunque sé que todas estas palabras van para mi hija— mi nombre es María Julia Ruíz de Con Caballero, todos me llaman Julie pero supongo que dentro de unos años tú me llamarás mamá. Tengo diecisiete años, estudio el bachillerato y mi sueño era ser intérprete-traductora pero ahora ya no lo sé—mi mano calienta mi vientre. Me quedo en silencio para ver si hay algún tipo de respuesta de su parte, pero no, mi bebé aún no se mueve pero sé que le falta poquito— tienes dos abuelos que sé que te aman pero que en este momento están enojados conmigo, sobre todo tu abuelo, Tristán, que no sé hasta cuándo lo estará, también tienes dos tíos, tu perfecta tía Luz que te tomará muchas fotos y tu tierno tío Manuel que sé te contará muchos cuentos— suspiro— se supone que también tienes papá pero, él se fue, nos dejó solitas hace unos días atrás y no sé si lo vayas a volver a ver.
Al escuchar mis propias palabras siento un nudo en la garganta y el miedo vuelve a llegar a mí, ¿en verdad estoy lista para hacer esto sola?
—Maldito Eduardo— murmuro mientras sigo acariciando mi vientre, que por el momento sigue plano, y me pongo a llorar una vez más — lo siento Sabina, no debiste escuchar eso, pero si te soy honesta es la verdad, tu padre nos dejó, nos abandonó a las dos y ahora estamos solas en esto por lo que seremos compañeras para toda la vida, yo te cuidaré a ti, lo mejor que pueda, posiblemente cometa cientos de errores, pero te juro que pondré mi máximo esfuerzo— le digo entre lágrimas— te juro que haré todo lo posible para que jamás, jamás te preguntes por tu padre y lo más importante me aseguraré de que seas feliz.
Todos nos aseguraremos de que sea feliz, escucho la voz de mi madre detrás de mí y al voltearme la veo recargada en el marco de la puerta. Luego, entra hacia mí mientras yo me levanto un poco y me recargo sobre el respaldo de la cama.
—Perdón, no era mi intensión interrumpirte, pero al verte me acordé de mí misma cuando me enteré de que estaba embarazada de Luz.
—¿De verdad? — Pregunto.
Mi madre se sienta a mi lado y me ve a los ojos —así es, cuando me enteré de que estaba embarazada fue justo el día que tu padre se regresó a para acá. Ese día me desmayé en la calle mientras caminaba tratando de hacer tiempo para ya no verlo más y me llevaron al hospital. No tienes idea el miedo que me dio al ver a tu hermana de la misma forma que tu viste a Sabina, un miedo me invadió por dentro y recuerdo esa sensación de desesperanza y confusión mientras regresaba a mi departamento. Me recosté, al igual que ti, sobre la cama y le dije a tu hermana “no sé que vamos a hacer bebé, pero te juro que lo haré lo mejor que pueda, no te preocuparás de nada, tienes mucha madre para cuidarte y defenderte”.
—Pero al final papá regresó, ¿cierto? — pregunto entre lágrimas.
Mi madre me acaricia el rostro y me sonríe — Julie, no hay que torcerle el brazo al destino— recita una de esas frases que seguro aprendió de mi abuelo — hay veces que el destino no quiere que estemos con una persona, y nos da cientos de señales para hacernos entender que hay caminos que debemos recorrer solos, también las señales cuando debemos quedarnos con unas personas, así que, yo te recomiendo que escuches la señal que te está dando la vida y tal vez sea por tu bien que Eduardo no regrese.
—¡Ay mamá! — murmuro, mientras vuelvo a soltar el llanto sin poderlo contener — él dijo que me quería, él me dijo que estaba enamorado de mí y luego se fue. No me importa que me haya dejado sola con Sabina, lo que me pesa es que me rompió el corazón, me desechó cómo si fuera nadie y ahora no lo puedo soportar.
—¡Lo sé! — me consuela mi mamá — llora hija, llora mucho, debes sacarte eso de tu alma antes de que tu bebé lo sienta más, en México hay un dicho de que si lloras mucho mientras estas embarazada, tu bebé puede nacer con el corazón roto.
—¿En serio? — pregunto.
—No lo sé, pero una cosa sí te digo, los bebés saben cuando estás mal, mejor hagámosle saber a Sabina que es amada y mucho, por mí, por tu padre aunque no lo parezca y que aquí tiene “mucha madre” para cuidarla.
—Mucha madre— murmuro mientras sonrío junto con mi madre.
—Yo estoy aquí contigo y verás que lo vamos a lograr y dentro de unos años cuando veas a tu hija lograr todo lo que se propuso te acordarás de este momento y dirás “te dije que tenías mucha madre para cuidar de ti”.
Abrazo a mi madre emocionada y ella por primera vez llora conmigo, supongo que estaba esperando a que yo tomara la decisión para hacerlo —te amo mamá, espero ser una buena madre como tú.
—Serás mejor, mi niña, serás mejor…