CAPÍTULO 3: No estás sola

1811 Palabras
Registrada en SAFE CREATIVE Bajo el código: 2108299104794 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS © La noticia llegó a Madrid, a México y a mi escuela. Le rogué a mi padre que no me dejara ir a clases en este estado pero él negó con la cabeza y me dijo —tienes una obligación conmigo y es el estudio, lo único que te dejaré para el resto de tu vida y debes continuar no importan las circunstancias— y luego abrió la puerta del auto para que bajara— vengo por ti a la salida del colegio. Me quedé en silencio mientras él cerraba la puerta y me dejaba en medio del patio frontal con unas ganas terribles de llorar, de nuevo, y pensando en la gran cagada que había hecho. Tristán Ruíz de Con se conoce por ser un hombre gentil, siempre de bueno humor, romántico y comprensivo, pero el que ahora se encuentra en mi casa no tiene nada que ver. Desde que le anuncié de mi embarazo mi padre se puso frío, me habla para lo necesario y las pláticas en la mesa se han reducido al típico “cómo te fue hoy en la escuela” o “¿tienes mucha tarea?, y ya no más. Se terminaron las anécdotas, los planes que nos contaba o esas conversaciones ligeras del trabajo que antes me aburrían pero que ahora deseo con toda mi alma escuchar. Todo se enfrío, lo decepcioné, y jamás pensé que perder la confianza de mi padre me dolería más que nada en este mundo. Me siento tan triste, tan perdedora tan sola, mis amigas me dejaron de hablar de un día para el otro, Eduardo ha desaparecido por completo del radar y no puedo ir a buscarlo ya que mis padres no me dejan. Lo único que hago ahora es llorar, día y noche, hasta que la cabeza me duele o me quedo dormida sobre el cama. No sé qué hacer, estoy confundida y lo peor de todo es que ahora tengo que decidir si seré madre a los dieciocho años u otra cosa que tan sólo pensarlo me eriza la piel, ¿tendré el valor para tomar esa decisión? Jamás pensé en ser madre, incluso no era algo que quisiera ser, siempre quise irme a estudiar a Nueva York, ser la mejor intérprete y traductora que pudiese existir, trabajar para algún embajador o presidente y ya después pensar en tener una relación estable con alguien. Ya he aplicado para la Columbia University en Nueva York en el área de Interpretación y traducción, mandé mis ensayos, mis cartas de recomendación, estoy a punto de hacer el examen y tengo todas mis certificaciones de los idiomas requeridos, estoy lista para volar, para probar mi valía, con mi padre y estamos viendo pisos, estaba feliz, yo lo estaba y ahora, tengo que tomar otro camino y aguantar los corajes que mi padre está haciendo en su habitación debido a lo que provoqué. —¡Es un cabrón hecho y derecho Ximena!, ¡un cabrón!, no hay otra forma de definirlo.  —Tranquilízate mi amor, te va a hacer daño— le responde mi madre con esa ternura que siempre le caracteriza. —¡Es que no puedo tranquilizarme!, ¡no puedo!, y sus padres son igual de alcahuetes, ¡saben que su hijo es tan responsable como María Julia y aún así lo encumbren!, ¡qué se fue a Canadá dicen, de “intercambio”! — escucho y con esa última frase ahora entiendo porque Jas no se ha presentado estos días en la escuela. Se fue, me dejó sola con la decisión y ahora al parecer todo es mi problema. —Tenemos que dejar ahora que María Julia decida qué es lo que quiere hacer, la ventaja de que Jas desaparezca es que podrá hacerlo sin reclamos después— dice mi madre. —¡Ese muchachito se tiene que hacer responsable!, a ver vida, ¿qué hubieses hecho tú al enterarte de que estabas embarazada de Luz y yo no hubiera regresado?, ¡dime! —Pero no todos son tú, Tristán, entiende, no todos son hombres ejemplares como tú, además cuando me embaracé de Luz tenía casi treinta años, era muy diferente. —Y aún así yo regresé por ti, a criarla, a amarla… ahora mi hija ha caído en las manos de un idiota, calenturliento e irresponsable, ¡un cobarde!, la ha dejado sola tomando una decisión grandísima, que no sólo cambiará su vida si no que la marcará por completo, tenga o no tenga al bebé será mi hija que sufra las consecuencias y eso no lo permitiré como padre. —¡Ay papá! — murmuro mientras no puedo dejar de llorar. —Recuerda Tristán, cabeza fría y el corazón cálido—habla mi mamá — debes tener la cabeza fría para escuchar a tu hija sea la decisión que tome. Sólo nos tiene a nosotros y a sus hermanos, y debemos respetar lo que ella quiera— suspira— ¿cuándo le dirás que Jas se fue y que su familia no quiere saber nada sobre el asunto? —Hoy después de cenar, porque mañana es su cita con el obstetra y necesita tomar la decisión que desee, pero tener así todo el panorama— habla más tranquilo. Cuando terminan la conversación me encierro de nuevo en mi habitación y me meto al baño de nuevo a llorar. Jas, el hombre que me prometió el cielo y la tierra para estar con él me ha abandonado, me ha dejado sola, ha huido cobardemente. —¡Eres una estúpida! — grito mientras pateo el bote de basura y este hace eco en el baño—¡tonta!,¡tonta!, debiste de haberte cuidado mejor, debiste esperar… —y me siento al borde de la bañera para cubrirme el rostro y llorar más—¿qué es lo que vas a hacer?, ¿lo tendrás?, ¿lo perderás?, dime María Julia, dime. Saco mi móvil de la bolsa de mis vaqueros y veo la hora que se refleja, necesito hablar con Luz o con Manuel, con alguno de los dos, ellos siempre me han ayudado en muchos aspectos de mi vida, tal vez en este instante me puedan orientar. Le marco primero a Manu pero se encuentra ocupado, así que corto la llamada e intento con Luz, que dos tonos después me responde. —Hola Julie— escuchó su melodiosa y tierna voz al otro lado de la bocina. —Necesito que me digas que hacer— murmuro entre lágrimas. Escucho que mi hermana cierra la puerta de un lugar por lo que creo acaba de llegar de la escuela y está entrando a su piso en La Latina — Jas se fue, me ha dejado sola y esto es demasiado Luz, demasiado, dime qué harías tú. Luz suspira — no tengo derecho a decirte qué hacer o no con tu cuerpo, esa es tu decisión.  —Pero si tú hubieras estado embarazada a mi edad, ¿qué hubieses hecho? —¡Ay Julie! — responde — perdóname si no te gusta lo que diré pero si te soy honesta, no lo hubiese hecho desde un principio.  La respuesta de mi hermana me cae como agua helada y sin decir más corto la llamada porque de nuevo rompo en llanto, no me gustó lo que escuché, pero es una respuesta tan Luz que no puedo negar que fue sincera. Llamó de nuevo a mi hermano y está vez se escuchan dos tonos antes de escuchar su voz. ―¿Diga? ― responde. En lugar de un “hola” o un “¿Cómo estás?”, sale de mi boca un sollozo que no puedo controlar. ―¿Julie? ― Pregunta. ―Ma...ma...Manu― pronuncio su nombre a duras penas mientras no puedo dejar de llorar. ―Julie ¿estás bien? ¿Cómo te sientes? ― Me pregunta tan protector como siempre. ―He sido una tonta, una mujer muy tonta… ― respondo. ―No, no eres tonta― me consuela. ―Claro que lo soy, tú me dijiste que me alejara de Jas, Luz igual y qué decir de nuestros padres y mira… mira lo que pasó. ―¿Jas te obligo? ―Hace la misma pregunta qué me han hecho todos. ―No― respondo y el llanto aumenta ―como siempre yo soy la oveja negra de la familia. ―Julie, no… ―Es verdad, de los tres siempre fui la más problemática, siempre rebelde, siempre tonta, y ahora lo arruiné. Si no me puedo cuidar a mi misma ¿cómo voy a poder cuidar a un bebé?― Pregunto entre lágrimas. Manuel suspira y de pronto quisiera que me estuviera viendo con esos ojos de hermano mayor que me aleccionan―hermana, no sé qué decirte porque yo soy la persona menos indicada para decirte esto, créeme, pero si te puedo decir una cosa. A veces las situaciones pasan en nuestra vida para ayudarnos a crecer, a ser mejores no para arruinarnos. ―Lo dices fácil porque no has pasado nada así―respondo―ni tú, ni Luz. ―Todos tenemos problemas Julie, todos, puede que Luz tenga los suyos pero no nos dice porque siempre quiere poner el buen ejemplo. ―Luz es perfecta. ―Tal vez o tal vez no, pero tú ¿qué harás? ―Me pregunta. ―Mañana mi mamá me llevará al ginecólogo para ver si estoy bien, pero no sé si lo quiero tener… si soy pésima María Julia, imagínate de mamá. ―Eres la mejor de las María Julias, eso te lo aseguro. Hermana, si te puedo dar un consejo es el siguiente. Mañana que vayas al doctor y veas a ese bebé en tu vientre haz caso a lo que tu corazón dice, si es un “no”, toma la decisión, hazla y te apoyaremos, pero si es un sí todos apoyaremos por igual.  ―Papá no creo, está muy enojado― le comento. ―Se le pasará, sé que se le pasará― me consuela. Me tranquilizo, por primera vez en todo este tiempo lo hago ― Si decido tenerlo ¿qué nombre le pondrías? ― me sale esa pregunta sin saber porqué. ―Si es niño le pondría Tristán como papá― me confiesa con una voz más ligera. ―Y ¿si es niña? ―La llamaría Sabina.  ―Sabina...― repito―me gusta. ―Pues es tuyo, si decides dárselo, así planeaba ponerle a una hija pero creo que te queda más a ti. ―Gracias Manu, lo pensaré. ―Cualquier cosa que pase María Julia, yo te apoyo… te amo hermana, no dejes que un error defina tu camino.―Finaliza y después corto la llamada.
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