Catalina levantó el rostro solo para limpiarse el barro que tenía en la cara, mientras lo hizo pudo darse cuenta de la forma en la que todos la estaban mirando, sentían lastima por ella. –¿Creíste que lo que pasó entre nosotras se iba a quedar así como así? Estás muy equivocada si crees que voy a dejar que te salgas con la tuya, no eres más que una mujerzuela, Alcott – dijo Vivian mientras se agachaba y fingía que la ayudaba a levantar. Vivian le ofreció su mano a Catalina y en medio de su desesperación por salir corriendo del lugar, ella la aceptó, pero Vivian la dejó caer nuevamente, haciéndola rebotar contra el lodo que salpicó el vestido de la esposa de un parlamentario. Catalina intentó ponerse en pie por si misma, pero los zapatos de tacón le resbalaban y no la dejaban moverse,