Al otro día me levanté tarde. Ya no tenía trabajo y tampoco clases. Intenté estirarme, pero sentí un peso muy fuerte sobre mí, y ese peso gruñó.
—No te muevas— se quejó.
Otra vez Christopher se había quedado conmigo y eso me emocionó mucho. Pero tenía una urgencia y la necesidad de ir a vaciar la vejiga.
—Amor muévete, necesito ir al baño.
Christopher se estiró y pasó toda la nariz por mis pechos desnudos, y les dio un beso a cada uno.
—Buenos días mi hermosa sirena.
sonreí como una colegiala enamorada.
—Buenos días tú también, precioso.
Me devolvió la sonrisa.
—No más que tú.
Se subió encima de mí y me dio besos ligeros en el cuello provocándome para enterrar su matutina erección dentro de mí y así se me olvidó todo lo que tenía que hacer…
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—Pero ¿Cómo amaneció la ramb
